Es habitual que un perro que no se cepilla con frecuencia no se deje cepillar. ¿Por qué? Primero porque no está habituado y no entiende este momento como un contacto agradable con su dueño, opone resistencia y hace que nosotros forcemos la situación, ninguno de los dos está relajado y entramos en un tira y afloja a ver quién puede más y gana la situación, además si tiene nudos le hacemos daño cada vez que damos tirones. Podemos corregir la situación con un poco de tiempo y paciencia, pero sobre todo con constancia.
Primeramente hay que buscar un momento tranquilo, relajarnos y conseguir que el perro lo esté también. Si es un perro pequeño o mediano es aconsejable ponerlo sobre una mesa, nosotros trabajaremos mejor y él está en un lugar diferente en el suelo, la altura provoca cierto recelo. Antes de empezar procuraremos tener alguna golosina para premiarlo al terminar la sesión.
Empezamos a cepillar con suavidad, tranquilamente. Vamos parando y haciéndole caricias, hablándole relajadamente. Volvemos a cepillar, si hay nudos los dejamos, más adelante ya los arreglaremos nosotros o bien en la peluquería. Lo importante es que el perro entienda el momento.
Evidentemente no conseguiremos de la noche a la mañana algo que no hemos hecho nunca. El primer día con 5 minutos es suficiente, el segundo día un poco más y así sucesivamente hasta que lo podamos cepillar todo. Cuando acabamos la sesión siempre hay que premiar al perro.
Hay que ser muy constante y repetir el gesto cada día. Poco a poco veremos que el perro no opondrá resistencia a la sesión de cepillado e, incluso, le será agradable.
Esta técnica también se puede aplicar a cachorros.
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